LA PRINCESA SHÈNG LÌ 公主胜利。

(Por Fernando Avanzini)

CAPÍTULO I
第一章

La princesa Shèng Lì[1] se sentó en un tronco al costado del camino y resopló con cansancio. Estaba exhausta, había caminado por semanas. Tomó su odre, lo destapó y lo levantó inclinándolo para beber de él. Sólo un delgado y breve hilo de agua se deslizó a su boca.

Alrededor de su cintura llevaba una faja de tela color rojo, en su hombro izquierdo un morral y, cruzado en su espalda de forma diagonal, un Dàdāo[2] enfundado que asomaba por su hombro derecho la empuñadura y por el costado izquierdo de su cadera la punta de la hoja.

Aún faltaba un trayecto considerable para llegar al pueblo de Táoyì[3], pero quería llegar antes del anochecer. Sus pies estaban cubiertos de polvo, la tierra del camino estaba muy seca, no era temporada de lluvias y había sido un año particularmente seco.

Se acercó al arroyo para llenar su odre, pero al querer volver al camino, una roca de no más de ochenta centímetros de alto comenzó a moverse, rodó un poco hacia ella y se incorporó tomando su verdadera forma. Se trataba de un pequeño yāoguài[4], una especie de animal místico, considerado por las personas del lugar como un demonio menor, y supuestamente ya extinto en esa región.

Yāoguài. – ¡Eres tú! (Exclamó a los gritos, con una mezcla de temor e indignación). No creí que fueses capaz de volver.

Shèng Lì soltó el odre, desenfundó su Dàdāo y lo apuntó al rostro de la criatura. 

Shèng Lì .- Si buscas vengar a tus hermanos y compañeros puedes intentarlo, ¡Hazlo ahora! ¡No tengo tiempo para esto!

 El yāoguài retrocedió con temor, dio varios pasos procurando no darle la espalda, y luego corrió rápidamente, perdiéndose entre la vegetación. La princesa tomó el odre del suelo, lo amarró al morral y continuó su camino.

Era extraño volver a caminar ese camino, antes solía ser transitado por caravanas y mercaderes que comerciaban en Táoyì o les quedaba de paso en sus rutas desde o hacia el oeste. Por ello, a pesar de que no era una gran ciudad, contaba con todas las comodidades de una. Un templo, un pequeño palacio, escuelas, farmacias, doctores, una plaza principal, tabernas, hospedajes, bazares, mercado y, por supuesto, un burdel. El valle entero solía estar repleto de durazneros que, al comienzo de primavera, brotaban y vestían el desnudo cerro de un color rosa. Ahora era raro que algún comerciante se acercase por allí, la mayoría de la gente se había ido y gran parte del pueblo estaba abandonado.

Un par de kilómetros más adelante, antes de llegar a la entrada de Táoyì, Shèng Lì pasó por delante de una posada, también abandonada, las ventanas estaban tapiadas y la puerta cruzada con una tabla, no obstante, ella se dio cuenta de que había alguien dentro, puesto que percibía el inconfundible aroma de carne de serpiente asada. Consideró que era mejor seguir de largo, cualquier cosa que la retrasara no era conveniente.

Muy poca gente habitaba ahí, había varías cabras sueltas por el lugar y se podía notar que no había servicios públicos, las calles y la plaza central estaban empezando ser reclamadas por la naturaleza. Se acercó al umbral de una casa, había un anciano sentado en un escalón fumando una pipa. Miraba hacia el medio de la calle como quien mira sin pensar en nada, pero al verla la reconoció y con una sonrisa que mostraba pocos dientes dijo ¡Princesa!, hizo un esfuerzo para pararse y reverenciarla, pero Shèng Lì se adelantó y le habló:

Shèng Lì .- No es necesario buen hombre, solo dime dónde puedo encontrar a los unadag dugui.

Anciano. – ¿Los hombres caballo? En el centro del pueblo, dejaron sus animales pastando en la plaza, y creo que se están quedando con su jefe en el viejo burdel. ¿Puedo preguntar qué asunto trajo a la princesa de nuevo aquí? ¿Vino acaso a visitar a sus padres?

Shèng Lì, sin contestar, sacó unas monedas de su morral y se las dio al hombre. Apresuradamente corrió hacia el burdel y dos unadag dugui salieron a su encuentro.

Shèng Lì .- No tengo asunto con ustedes,  requiero una entrevista con Nergüi Khulan, sé que está allí dentro, ¡Déjenme pasar!

Nergüi Khulan era líder de un grupo de nómadas que provenían del norte. Los unadag dugui se caracterizaban por ser excelentes jinetes, habían logrado evadir por años a las autoridades gracias a una particular técnica que les permitía cabalgar de noche, sin hacer ruido y sin tener los inconvenientes que usualmente implica ello. Además, eran arqueros con impecable precisión y pillos para los negocios. Un dicho popular profesaba que cuando vieras a un unadag dugui debías prepararte para ser estafado y cuando vieras a más de cuatro juntos, debías prepararte para ser saqueado. Lo cierto era que, si bien su fama no era gratuita, los comerciantes y caravanas se habían encargado de adornar y exagerar las anécdotas referentes a ellos. La gente se refería comúnmente, y de forma despectiva, a ellos como “hombres caballo” porque decían que pasaban tanto tiempo montando que no era posible separar el hedor de la bestia del cuerpo del hombre.

Al escuchar el alboroto que los dos hombres y Shèng Lì estaban haciendo, un joven de unos dieciocho años salió del interior del burdel, era Nergüi Khulan.

Nergüi .- ¡Bueno bueno, pero si es nada mas y nada menos que la princesa Shèng Lì en persona! Tienes suerte de encontrarnos, estábamos preparando todo para partir. ¿Dónde está tu amigo el borrachín? ¿No lo trajiste?

Shèng Lì .- No lo llames así, y no, no pudo venir. Respondió en tono de severa seriedad.

Nergüi .- (Riéndose) ¡Tan pequeña y tan seria!

Shèng Lì .- Soy joven, no pequeña.

Nergüi .- Bueno…Se rascó la cabeza, exhaló y continuó,… mejor entremos.

Shèng Lì miró con desconfianza la entrada del establecimiento y lo miró con desaprobación a Nergüi.

Shèng Lì .- Hay un palacio, posadas y casas abandonadas, ¿y elegiste el burdel para quedarte?

Nergüi .- El palacio sería el primer lugar donde buscarían, además allí están tus padres, no puedo quedarme, es una cuestión de respeto. No te preocupes, este lugar no funciona más como burdel, no hay más clientes, solo me quedo acá por las salidas secretas que tiene y por el té que sirven.

Efectivamente, el burdel contaba con puertas trampa en varios cuartos para descender a unos túneles hechos con la finalidad de que los clientes pudiesen huir de sus esposas o prometidas cuando estas se presentaban en la puerta del local. A su vez servía para el ingreso de aquellos clientes que resultaban ser personas públicas, y que no querían que su reputación se manche al ser vistos entrar en un lugar de tal reputación.

Nergüi y Shèng Lì entraron a la sala principal, estaba limpia y bastante bien acomodada. Una señora de aspecto bastante mayor les trajo una tetera y les sirvió en unos pocillos. Nergüi sabía que si ella había venido a verlo debía estar necesitando algo con urgencia, pero iba a dejar que ella hablara. Shèng Lì tomó el pocillo entre sus manos y en silencio se quedó contemplando el vapor que emanaba del té.

Shèng Lì. – Es Shé jìng zi [5], ahora es consorte de mi tío, y planea volverse emperatriz.

Nergüi. – ¿Emperatriz? ¿Pero no está antes su esposa? ¿O es que no puede darle descendencia?

Shèng Lì. – No es eso, es que mi tío la escucha a ella por sobre todas las cosas, está usando su magia para manipularlo. Incluso logró convencerlo de que envíe tropas a invadir pueblos con los que hemos vivido en paz desde hace mas de cien años.

Nergüi. – ¿Y qué pretendes, que lleve a los unadag dugui a la capital y derroque a tu tío? Sería un suicidio, bien sabes que hace falta una fuerza imperial entera para vencer a los generales de tu tío.

Shèng Lì. No, entiendo que no podemos atacar de frente. Solo derramaríamos la sangre de quienes nos sigan.

Tomó el Dàdāo y lo colocó sobre la mesa.

Shèng Lì. (Continuó) Esta arma es mágica, tu has visto lo que puede hacer.

Nergüi. – Si, con ella acabaste con todos los yāoguài del valle.

Shèng Lì. Estuve leyendo y estoy muy segura de que perteneció a un inmortal, necesito encontrar el lugar donde fue forjada, tal vez allí podré encontrar una forma de detener a Shé jìng zi.

Nergüi. – ¿Entiendes lo que me estas pidiendo verdad? Los peligros que hay camino a aquellas montañas solo se comparan con los peligros que hay en esas montañas. ¿No estaba eso en tu libro Niña? Hizo una pausa terminó el té que había en su pocillo y continuó: Te diré qué, si me ayudas a mí, yo te ayudaré a ti.

Shèng Lì. ¿Con qué necesitas ayuda?

Nergüi. – Un trabajo sencillo, nada que te represente un problema, pero mañana puedo explicarte con mayor exactitud. Ya está anocheciendo y te ves exhausta, ¿por qué no tomas un baño y duermes? Yo invito, por supuesto.

Shèng Lì sospechaba que si era un trabajo relacionado con los unadag dugui no debía tratarse de nada honesto, pero no había mucho que pudiera hacer para convencer a Nergüi. Asintió con la cabeza.

Nergüi. – ¿Quieres ir a ver a tus padres antes de dormir? Si gustas puedo acompañarte.

Shèng Lì. (Con tono cortante)– No, gracias.  Me voy a bañar y a dormir, tal como dijiste, estoy exhausta.

Mas tarde Nergüi se asomó a la habitación de princesa, ella dormía. Entendió su dolor, su tristeza y su enojo, con solo doce años estaba enfrentando desafíos que quebrarían al mas sabio y harían llorar al mas fuerte. Tomó unas pieles que estaban colgadas junto al fuego y cubrió a Shèng Lì para que no tenga frío. En ese momento sintió que, si ella no iba, él debía ir a visitar a sus padres.

El palacio no estaba lejos, y aún estaba abierto. Nadie lo frecuenta por que temen que esté maldito, pero Nergüi nunca le temió a eso. Mientras encendía inciensos y los clavaba en recipietes llenos de arena, les hablaba a los padres de Shèng Lì: “Señor Shèng, señora Fukui, ojalá pudieran hacer algo por su hija”.

Por supuesto, ellos no respondieron, no podían. Habían sido petrificandos en jade hace cinco años y desde entonces permanecían allí sus figuras inertes. Nergüi continuó: “Entre la tierra y el cielo no hay castigo suficiente para Shé jìng zi por lo que les ha hecho.”

Continuará…

CAPÍTULO II
第二章


[1] 胜利

[2] 大刀

[3] 桃邑

[4] 妖怪

[5] 蛇镜子

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